El hombre que sueña en la nube
se viste de oscuro al amparo
de la catedral iluminada
por un rabioso corrillo de luces
y vaga la mirada inquieta
entre la multitud de anaqueles
y grietas acicaladas venenosas
para acabar con su voz mortal.
Y otro día divaga,
vuelve su mirada tétrica
contra el ojo esperanzador
ya no hay en su vida
ni flores, ni risas o abrazos
solamente se escucha
una campana hueca y desolada
que pronuncia su nombre
al tañir el sol.
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